lunes, 13 de septiembre de 2010

Malditas tentaciones

Esta ciudad tiene dos cosas que para mi son imposible de evitar: heladerías y panaderías. No creo que haya alguien que puede discutir que las panaderías de Buenos Aires capital son las mejores. Digo capital porque es el único terreno donde tengo experiencia. Estando cuasi a dieta, como estoy en este momento, pasar cerca de una panadería se me hace muy pero muy difícil. Para colmo tienen la cruel costumbre de poner vidrieras para que todos sepamos que están allí, calentitas y perfectas para acompañar el mate o café de la mañana. No sé como hacen para asegurarse de que su aroma llegue tan lejos, ni tampoco como hacen para que sea un negocio rentable siendo tantas en todos los barrios. Las heladerías tienen una característica que las hace aún más peligrosas, tienen delivery. No sólo están por doquier como las panaderías, sino que además con solo levantar el teléfono te llevan a tu casa esas delicias. Como son incluso más crueles, solo llevan dos cuartitos como mínimo. He llegado a comprar dos cuartitos comerme uno y guardar uno en el freezer para el día siguiente. Gracias a estas dos invenciones de esta maravillosa city, y a la existencia del concepto delivery en general, llegué a pesar muchos más kilos de los deseados. Ahora estoy en un plan de rebaja, que además de ejercicio, incluye dejar de tentarme con helados y facturas entre otras muchas cosas. Por el momento vengo soportando y eso que no hay reuniones doble A para los adictos a estas delicias.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

La caja boba: bicho difícil de soltar



Un día llegué a casa y no funcionaba la TV cable. La verdad que me preocupé, no solo porque no iba poder ver mis programas favoritos, sino también por la importancia que le daba a algo tan al pepe como ver TV. Desde hace un par de semanas he intentado abandonar lo más posible ese detestable hábito e imponer otro un poco más sano, la radio. La verdad que a veces se me hace difícil, dado que realmente lo de ver TV esta tan arraigado en mi que la prendo como acto reflejo. De hecho tengo el control remoto junto a mi todo el tiempo que estoy en mi habitación. Cuando me despierto lo primero que hago es prender la TV para evitar quedarme dormida con la luz y voces de El auto fantástico (programa que pasan de 6 a 6.30hs en el trece). De hecho el control remoto del equipo de música hace tanto que no sabe lo que son las pilas, que no recuerdo ni que pilas usaba. Pensé que tal vez sea una buena táctica sacarle las pilas al control de la TV. No sé si funcione o no, pero lo importante es ponerle ganas para no ser atrapada por esa caja boba que nos hace perder tiempo. Muchas veces ni siquiera llego a ver ningún programa, solo hago zapping durante una hora o más hasta que me aburro y me pongo a hacer otra cosa. El siguiente paso va a ser, además de escuchar radio o música, volver a practicar el hábito de la lectura que he abandonado desde hace un tiempo. Antes leía en el tren, pero desde que no uso ese medio de transporte para ir a trabajar a diario, no leí más. Paso a paso, iré mejorando mis hábitos, así como lo he hecho con el ejercicio. 

domingo, 5 de septiembre de 2010

Caminante no hay camino...



Hace un poco más de una semana descubrí que el parque que tengo bien cerca de mi casa es un lugar ideal para hacer ejercicio. Existen al menos tres categorías de personas a pie: las que caminan estilo paseo (en general de a dos y charlando), las que caminan rápido (sin conversar y concentrados en el ejercicio) y las que salen a trotar (los profesionales a quienes admiro). Yo estoy en la segunda categoría y con mucho orgullo. 
A éstas se suman al menos tres categorías de personas con ruedas: los que andan en bicicleta (profesionales y de paseo), los que usan rollers y los que van con el carrito del baby (sin querer resignar su vida de deportista debido a la paternidad).
Comencé hace tan solo nueve días a hacer caminatas a modo de complementar el gimnasio. El primer día me tracé en el googlemaps un recorrido de 5 Km., rodeando el parque y parte de mi barrio. Elegí esa distancia porque me anoté en una maratón de 5 Km. que organiza la empresa para la cual trabajo. Sinceramente no me siento capacitada para correr esa distancia ni por asomo, pero si me tienen paciencia el resto de los competidores y me esperan en la llegada, caminaré ese trayecto lo más rápido que me sea posible. Desde entonces caminé casi todos los días, menos los dos días que fui al gimnasio. Al principio hacía solo los 5 Km., luego aumente la apuesta primero a 7 Km. y hoy a 8 Km. Hasta el momento llevo recorridos 40 Km. en total, y espero ir incrementando la cantidad de Km. por semana. Los fines de semana están todas las categorías juntas, el sol motiva a todo el mundo a salir al aire libre. Ahora bien, los días de semana y sobre todo cuando arrecia el frío e incluso cae un leve llovizna, solo queda una categoría, la de los corredores profesionales y yo, como única fiel representante de los que salimos a caminar a toda velocidad. Espero no perder la motivación y continuar con mi rutina de ejercicio diario, iré sumando kilómetros y espero que restando algunos kilogramos.  
Lo importante es mantenerse en movimiento.

jueves, 2 de septiembre de 2010

La pregunta del millón

Todos o casi todos al conocerme y enterarse de que no soy de aquí, pese a que hablo bastante parecido, hacen la pregunta más obvia: ¿Porqué te mudaste a Buenos Aires?. La verdad que las respuestas dadas por mi, son variadas y no siempre se condicen con la realidad. Lo que pasa es que en realidad yo no estoy muy segura. En su momento creo que lo que me impulso realmente fue dejar el empleo que tenía antes de atentar contra la integridad física de mis jefes. Después se me fueron ocurriendo otros motivos, pero la verdad sea dicha, esos motivos los pensé después que ya había tomado la decisión. Todo comenzó con una pasantía en Buenos Aires. Me alojé en esa ocasión en un hostel de Palermo SOHO. Ahí me di cuenta de que en esta ciudad hay barrios lindos y tranquilos, y que no todo es el microcentro con su locura cotidiana. Mi decisión la comuniqué a mis jefes y familiares mediante sendos mails desde Salta la linda, donde también estaba de pasante. Cuando volví a Montevideo presenté mi renuncia formal y escrita, desmantelé mi departamento y me mudé. A veces cuando no tenía ganas de explicar mucho decía que me vine porque me enamoré de un argentino, pero la verdad que esa es la menos cierta de las respuestas. Algunas de las respuestas más sinceras incluyen que esta ciudad tiene más opciones en todos los sentidos, empleos, actividades culturales y cursos de los más diversos. También en cierto que aquí una se siente más libre que en una ciudad pequeña como Montevideo, dónde mal que nos pese es poco probable que no te encuentres con alguien conocido al salir el fin de semana. No es que sea tan pequeña Montevideo, pero como todas las personas suelen transitar solo una parte de la ciudad, dónde se encuentran los sitios de interés, es muy probable que se terminen cruzando a la salida del cine o en el mismo pub. Todos son detalles, que se van sumando y juntos me dieron motivos para cambiar de lugar. Por momentos, y sobre todo en los últimos meses, tuve que recordar estos motivos y pensar nuevos para no pensar en volverme a mi Montevideo natal. Pero luego de transitada la crisis volví a concluir que vivir aquí esta bueno. El único motivo que haría que la balanza se equilibre hacia la orilla oriental, se llama Nicolás y esta muy muy lejos, allá en la tierra de Abrahan Lincoln.