lunes, 23 de agosto de 2010

Mate, Bizcochos y Montevideo

El finde tocó visitar a la familia, hacía ya más de tres meses que no visitaba Montevideo. Voy súper re ansiosa en el colectivo, en el subte, en el barco y en el micro, hasta que después de cinco horas y media llegué a plaza cuba donde me esperan mis padres. Empecé comiendo una pizza casera de mi madre, las que más me gustan, y charlando hasta por los codos pese al sueño. El sábado comienza con bizcochos, mate y mas conversación con mamá. Como no podía faltar el tradicional paseo por la rambla de Montevideo, casi lo único que de verdad extraño, y mucho, de esa ciudad. Hace un par de veranos atrás en mi depto de Palermo, me estaba cocinando y en un acto de desesperación me fui con M para la costanera, con la ilusa esperanza que allí corriera vientito y no hiciera tanto calor. Terrible desilusión me llevé, después de eso no volví mas a la costanera, era un caldo donde no se movía ni el agua y para peor con olor a chorizo. Eso sí los inviernos aquí son más amables, menos fríos que allá donde el viento de la Sudestada te congela hasta el ánimo. El finde también aprovechamos para ir al río Santa Lucía, un río que separa Montevideo de San José, el departamento de al ladito. Me acordaba que cuando era chiquita fui con la primaria (escuela) y tomamos muestras de agua, pastito y medimos la profundidad del agua en la orilla. En esa época había un solo puente, que siempre me llamó mucho la atención por la estructura metálica que se veía al pasar. Ahora hicieron un puente moderno, mucho más grande y en comparación el puente viejo parece de juguete. Antes de volverme pasamos por un tenedor libre, donde tuve que hacer un acto de gran autocontrol para no arrasar con la mesa de postre. El regreso ya viene con menos ansiedad, un micro, un barco y dos colectivos después estaba en mi casa directo a la cama. Mis visitas son esporádicas y cortitas, pero se disfrutan mucho. De a poquito me he ido acostumbrando tanto a esta ciudad, que cuando voy allá no me siento en mi lugar, me siento extranjera. No entiendo de que habla la gente, no estoy al tanto de las noticias locales, ni tampoco puedo entender los precios en el supermercado. No recuerdo muy bien los colectivos, y me siento muy bastante extraña en mis propias tierras.

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